Es increíblemente hermosa; su piel, a pesar de su tono mate, tiene una luminosidad que asombra; sus facciones son perfectas, sus gestos, finos y educados, denotan una sensibilidad bien cultivada, y la armonía de sus formas resulta deslumbrante. Según algunos productores Laura Gemser es uno de los descubrimientos más rimbombantes de la actual cinematografía italiana, indudablemente disminuida en la lucha que los ingleses, norteamericanos y franceses libran por ganar el mercado erótico. Hoy día, a pesar de la aparente “facilidad” con que el gran público acepta a las estrellas, en el fondo, considera un éxito, resulta bastante complicado “descubrir” a una vedette internacional. No sólo es cuestión de encontrar a una muchacha absolutamente hermosa, de ésas que hacen enarcar las cejas de todos los hombres del planeta; esa chica en cuestión debe tener algo de talento, conocimientos de dramaturgia, alguna experiencia, debe estar libre de compromisos de todo tipo –por ejemplo, no debe quedar embarazada salvo en diversos períodos desde el comienzo en el contrato- y, por supuesto, no debe tener ningún prejuicio. Para conseguir a una mujer que reúna todas estas características, diariamente en los estudios cinematográficos se prueban a cientos de muchachas. Y las conclusiones son obvias: una rita Hayworth, una Brigitte Bardot, una Marilyn o una Sylvia Kristel son difícilmente detectables, por más dinero y empeño que se pongan en su búsqueda. Por lo tanto, los productores itálicos han visto relucir el signo pesos exactamente sobre las nalgas de esa muchacha morena que, a lo largor de dos o tres versiones de “Emmanuelle” ha conseguido convertirse en la máxima estrella del cine erótico de Italia. Ante su egregio porte, los italianos parecen olvidar la crisis económica, los problemas políticos y el absoluto desorden social en que se hallan sumidos y, ululando, endiosan a la actriz y, lo que parece ser más importante, son suculentas sumas en las taquillas. No es de extrañar, entonces, que el inminente estreno de “Emmanuelle Negra II”, segunda parte del éxito que sirvió de lanzamiento a la Gemser, haya acaparado ya, las principales columnas cinematográficas de los periódicos. He aquí una síntesis de las declaraciones que la heroína hizo ante los principales periodistas romanos en ocasión de un cóctel en su honor que con toda publicidad posible organizaron los productores de la película:
– Dinero, dinero y más dinero. Tengo que admitir que éste es el mejor de los negocios en que me podría haber metido. No creo que haya manera más fácil de lograrlo si se tiene mi cuerpo y mis ansias por hacer las cosas bien.
– Pero, ¿eso es todo?
– No, por supuesto. El arte también interesa; los críticos se horrorizan cada vez que se les refriega por las narices que el cine es, antes que nada, una industria. Y que se mueve con dinero. Y que necesita del dinero para sobrevivir y para erguirse.
– ¿Y qué queda para el arte?
– Por ahora, nada. Ya tendré tiempo para ello. Apenas tengo veintitrés años y ya he solucionado todos mis problemas económicos. Ahora he comenzado a perfeccionar mi técnica actoral y confío en que el año que viene algún dierector de primera línea me confíe un papel No tiene que olvidar que o es fácil concebir un personaje para una negra, al menos en Italia, y que mis oportunidades, en eses terreno no son, precisamente, deslumbrantes.
– ¿Dejará de desnudarse?
– Eso depende, pero no creo que deba tener que renunciar a mi mejor arma, y tampoco pienso que a nadie se le va a ocurrir contratarme, en mi primera obra verdaderamente dramática, como a una solterona empedernida.
– ¿Esto implica una renuncia al cine erótico?
– De ninguna manera. Yo tengo todo para triunfar y me negaré siempre a cualquier manejo que pueda apartarme definitivamente de lo que es mi negocio. Yo soy mi cuerpo, con todo su esplendor, y toda la carga erótica que encierra. Yo gozo y me gusta hacer gozar a los hombres. En síntesis: el cine que me ha dado la fama no me va a abandonar fácilmente y yo, debo confesarlo, tampoco estoy dispuesta a dejarlo.
– ¿Ha disfrutado de la filmación de “Emmanuelle Negra II”?
– Por supuesto. Me encanta desnudarme, mostrar mi belleza. Me gusta ser admirada por todos, desde los actores hasta los técnicos, y me gusta, como creo que a todo el munod le sucede lo mismo, ser apreciada y elogiada en mi trabajo. Yo no me creo Sarah Bernhardt ni Jeanne Moreau. Yo muestro mis senos o paso mi lengua por los labios y millones de espectadores me consideran, automáticamente, la mujer ideal. ¿Para qué romperme la cabeza con problemas?
– ¿Qué opina de Sylvia Kristel?
– Es una buena muchacha. Me gusta. Tiene su talento. Pero yo soy más exótica y hermosa que ella. La Kristel le gusta a quienes usas Calandre y se visten en Saint Laruent y, al mismo tiempo, no se animan a ver, directamente, el cien porno que se produce en Europa. Yo, en cambio, soy el sueño prohibido de la clase media. Les gusto a todos. Y si no, averigüen cómo van mis películas en los Estados Unidos. Allí, luego de Sofía Loren y de Catherine Deneuve soy la actriz más cotizada. Una importantísima productora de ese país me ha ofrecido un contrato súper millonario por –y que nadie se asombre-; ¡diez películas! Eso le dará la pauta a cualquiera de mi popularidad por allá.
– ¿Es usted feliz?
– ¿Cómo podría no serlo? Lo tengo todo, desde dinero hasta los hombres que me gustan, viajes increíbles, agasajos, yates de ensueño. En fin, me siento una reina, al menos por el momento. ¿Por qué habría de sentirme triste?
– ¿Su próximo film, ¿tiene escenas muy fuertes?
– Oh, sí. El público pide cada día más así que, de verdad, les sugiero que no se lo pierdan. Me muestro más hermosa y más audaz que nunca.